Yo metí el brazo y lo saqué desde la pantalla del televisor. Él estuvo combatiendo en Vietnam y había que verlo, con su cuerpo musculoso cargando esa metralleta, escabulléndose entre los árboles y matando a todo el que encontraba a su paso. Mi hija lo miraba con atención, con sus ojos fijos en la T. V., le seguía los movimientos, olvidaba que metía las manos en una fundita para comer rosetas de maíz. Ella se emocionaba, hacía los gestos de su héroe. Yo la llamé y no me escuchó, seguía ensimismada, nadie la sacaba de su anonadamiento. Yo pensé que ese héroe era una mala influencia para mi hija y decidí meter la mano, lo saqué por el cuello y le dije “¿tú no sabes que estás comiéndote la mente de la nena? ¿Eh? Él dejó caer el arma, y con lengua estropajosa dijo: “ ¡Soy inocente, soy inocente!” Me llené de más ira y le apreté el cuello, sus ojos le brillaron como brazas, ya la lengua se le brotaba. Ahí me atrapó la nena “papá, se me apagó la película”. Yo apenas la escuché, sentí unos pasos en el patio, abrí la persiana y los niños del pueblo, que veían su película preferida, demandaban la liberación de su héroe.
Yo metí el brazo y lo saqué desde la pantalla del televisor. Él estuvo combatiendo en Vietnam y había que verlo, con su cuerpo musculoso cargando esa metralleta, escabulléndose entre los árboles y matando a todo el que encontraba a su paso. Mi hija lo miraba con atención, con sus ojos fijos en la T. V., le seguía los movimientos, olvidaba que metía las manos en una fundita para comer rosetas de maíz. Ella se emocionaba, hacía los gestos de su héroe. Yo la llamé y no me escuchó, seguía ensimismada, nadie la sacaba de su anonadamiento. Yo pensé que ese héroe era una mala influencia para mi hija y decidí meter la mano, lo saqué por el cuello y le dije “¿tú no sabes que estás comiéndote la mente de la nena? ¿Eh? Él dejó caer el arma, y con lengua estropajosa dijo: “ ¡Soy inocente, soy inocente!” Me llené de más ira y le apreté el cuello, sus ojos le brillaron como brazas, ya la lengua se le brotaba. Ahí me atrapó la nena “papá, se me apagó la película”. Yo apenas la escuché, sentí unos pasos en el patio, abrí la persiana y los niños del pueblo, que veían su película preferida, demandaban la liberación de su héroe.
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