
Esa mañana, el primero que llega, alza su mano y toca el cristal donde está rostro angelical, dice unas plegarias y se va.
El segundo se santigua, la mira de reojo, y sale a la calle. El tercero se para frente a ella, mira su rostro fijamente, reza y hasta llora.
Celeste acostumbra a entrar temprano, esta vez se le hizo tarde y fue alrededor de medio día. Llegó y no encontró la imagen de la virgen, sólo estaba el marco vacío.
Antes, una niña de la calle entró a la casa, nadie la conocía, sólo entró a la casa, se paró frente a la imagen y nadie sabe por qué lloró.
Lo que todos en el pueblo comentan es que la niña se llevó la imagen de la virgen aprehendida en su corazón.
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