La niña y la gaviota.
Una vez, una niña se quedó mirando el mar, desde el horizonte salió una gaviota, y otra gaviota, y otra gaviota… Ella las contaba una por una hasta que se perdió en el laberinto infinito de los números... Después, al volver a la realidad ya estaba muy vieja, con los cabellos encanecidos, con las arrugas arropando toda su piel. Entonces, volvió a mirar al horizonte y no salía ninguna gaviota… Se había acostumbrado a contarlas, a guardar en su pensamiento el celaje cuando pasaban por encima de su cabeza… Ahora, también ha perdido los celajes… Está completamente sola. Su corazón estaba vacío… Las gaviotas pasaron por encima de la cabeza y no guardó ni una sola para que vuele libre en corazón.
La auténtica raíz
La raíz comenzó a crecer, a abrirse paso entre la tierra. Encontró una roca dura, y como maestra contorsionista, la esquivo, dobló toda su estructura y merodeó la roca de una forma magistral. Entonces llegó a una pequeña laguna subterránea, bebió y siguió su camino.
El camino es largo y fatigoso, pasó por zonas arenosas y arcillosas; tuvo que hacer mucho esfuerzo para salir airosa. Pero la raíz sentía que caminaba sin sentido. Exactamente no sabía cual era su dirección, ya sea vertical u horizontal. Eso la asustó, por un momento pensó que su vida no tenía propósitos, y una lágrima honda le brotó en ese instante. Ahora estaba transpirando, tanto así que humedecía la tierra por donde pasaba. Pero se consoló, una esperanza comenzaba a germinar en su interior. De pronto, la sabía le recorrió toda su estructura, subía y bajaba en un infinito fluir. Se daba cuenta que ya era una raíz adulta, que había alcanzado su grado de madurez.
Fue el momento para redoblar sus esfuerzos y seguir adelante. Una raíz como ella debía buscar en el lugar más lejano, en el fondo de la tierra. Allí alcanzaría su gran madurez y su meta como raíz, como autentica raíz que enviaba mensaje al árbol, para que viviera y se reprodujera.
Con mucho más fuerza sigue decidida su camino. Seguro que iba en dirección correcta. Descartaba que en uno de esos giros, hubiera perdido el sentido y se dirigiera a la superficie de la tierra. Sería una catástrofe encontrarse con el sol para producir clorofila. Eso sería una aberración para ella que se creía autentica raíz, no tallo, no hoja, no flor. Sintió un profundo dolor en el cuello, se retorcía, lloraba con gritos que armaban la profundidad de la tierra. Mejor era encontrarse con los volcanes, con rocas pétreas, hundirse para siempre en las esferas del fuego del centro de la tierra. Eso era mejor que ese dolor que sentía en este momento. Bueno… Allá en la superficie, un leñador se le ocurrió cortar el árbol que ella sostenía y trasportar su madera en un jeep militar.
Una vez, una niña se quedó mirando el mar, desde el horizonte salió una gaviota, y otra gaviota, y otra gaviota… Ella las contaba una por una hasta que se perdió en el laberinto infinito de los números... Después, al volver a la realidad ya estaba muy vieja, con los cabellos encanecidos, con las arrugas arropando toda su piel. Entonces, volvió a mirar al horizonte y no salía ninguna gaviota… Se había acostumbrado a contarlas, a guardar en su pensamiento el celaje cuando pasaban por encima de su cabeza… Ahora, también ha perdido los celajes… Está completamente sola. Su corazón estaba vacío… Las gaviotas pasaron por encima de la cabeza y no guardó ni una sola para que vuele libre en corazón.
La auténtica raíz
La raíz comenzó a crecer, a abrirse paso entre la tierra. Encontró una roca dura, y como maestra contorsionista, la esquivo, dobló toda su estructura y merodeó la roca de una forma magistral. Entonces llegó a una pequeña laguna subterránea, bebió y siguió su camino.
El camino es largo y fatigoso, pasó por zonas arenosas y arcillosas; tuvo que hacer mucho esfuerzo para salir airosa. Pero la raíz sentía que caminaba sin sentido. Exactamente no sabía cual era su dirección, ya sea vertical u horizontal. Eso la asustó, por un momento pensó que su vida no tenía propósitos, y una lágrima honda le brotó en ese instante. Ahora estaba transpirando, tanto así que humedecía la tierra por donde pasaba. Pero se consoló, una esperanza comenzaba a germinar en su interior. De pronto, la sabía le recorrió toda su estructura, subía y bajaba en un infinito fluir. Se daba cuenta que ya era una raíz adulta, que había alcanzado su grado de madurez.
Fue el momento para redoblar sus esfuerzos y seguir adelante. Una raíz como ella debía buscar en el lugar más lejano, en el fondo de la tierra. Allí alcanzaría su gran madurez y su meta como raíz, como autentica raíz que enviaba mensaje al árbol, para que viviera y se reprodujera.
Con mucho más fuerza sigue decidida su camino. Seguro que iba en dirección correcta. Descartaba que en uno de esos giros, hubiera perdido el sentido y se dirigiera a la superficie de la tierra. Sería una catástrofe encontrarse con el sol para producir clorofila. Eso sería una aberración para ella que se creía autentica raíz, no tallo, no hoja, no flor. Sintió un profundo dolor en el cuello, se retorcía, lloraba con gritos que armaban la profundidad de la tierra. Mejor era encontrarse con los volcanes, con rocas pétreas, hundirse para siempre en las esferas del fuego del centro de la tierra. Eso era mejor que ese dolor que sentía en este momento. Bueno… Allá en la superficie, un leñador se le ocurrió cortar el árbol que ella sostenía y trasportar su madera en un jeep militar.
Comentarios