Yo le pedí que se bajara de esa mata de cocos. Él me miró con sus ojos grandes y felinos. Por más que le rogué se quedó aferrado al tronco.
A veces mantenía la mirada fija sobre mí y a veces hacía girar la cabeza como buscando una forma de escapar de aquel lugar.
No había forma de hacerlo bajar. La nena Rossi con los ojos llorosos, también se lo pidió, pero él no hizo caso. Matilde, mi esposa, llegó y también le rogó, él no cedía.
Podía pensarse que algo grande estaba sintiendo, podíamos ver como temblaba, como se le agrandaban los ojos.
Decidimos sentarnos a esperar. Entendimos que llegaría el momento en que se cansaría y no tendría más remedio que bajar.
Él ganó, pasamos toda la noche esperando y seguía atado al tronco. No sabemos qué pudo asustar tanto a ese gato.
A veces mantenía la mirada fija sobre mí y a veces hacía girar la cabeza como buscando una forma de escapar de aquel lugar.
No había forma de hacerlo bajar. La nena Rossi con los ojos llorosos, también se lo pidió, pero él no hizo caso. Matilde, mi esposa, llegó y también le rogó, él no cedía.
Podía pensarse que algo grande estaba sintiendo, podíamos ver como temblaba, como se le agrandaban los ojos.
Decidimos sentarnos a esperar. Entendimos que llegaría el momento en que se cansaría y no tendría más remedio que bajar.
Él ganó, pasamos toda la noche esperando y seguía atado al tronco. No sabemos qué pudo asustar tanto a ese gato.
Comentarios