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El canario y sus recuerdos

El canario llegó a la ventana del aposento de la casa de Ronaldo, da saltitos en la madera, al borde del umbral. Parecía un canario como otro cualquiera del bosque, pero éste era extraño.
Se le nota nervioso. Los saltitos se hacen cada vez más frecuentes, intenta volar y recula, da media vuelta, da una vuelta entera. Él busca algo.
Ronaldo se había levantado primero que Lucrecia. Ella se sienta al borde de la cama, hace un leve ruido, el canario se asusta, vuela y se va. Al rato vuelve mucho más inquieto. Los mira. Ronaldo le dice a Lucrecia que haga silencio, que lo dejaran tranquilo a ver qué haría. Ella le dijo muy queda “Ese canario no hará nada extraño, sólo levantará el vuelo y se irá al bosque”.
El canario canta, canta y canta; Lucrecia se queda expectante ante la melodía. Su canto es nuevo, diferente. El canario, queda en silencio, en un profundo silencio; no salta, se mueve poco o casi nada. Ni Lucrecia ni su marido habrán de saber nunca que cerca de esa ventana, el canario escucha el canto de su compañera canaria, que volaba en uno de sus hermosos recuerdos.

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