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La Siesta de Lázaro

A César Vallejo
Y yo le dije a mi amigo Lázaro: “Levántate y anda”, pero él se quedó igual, inmóvil, como si no me escuchara. Había que verlo en esa cama de guata, con una pesadez mortal. Volví a darle la orden, y nada pasaba. Entonces decidí abrir las puertas y las ventanas de la casa para que entrara la luz y se despertara. Pero qué va. Fui a la cocina y traje conmigo unas cantinas y realicé el ruido más grande del mundo. No me conformé, salí a la calle, convidé a mucha gente para que me ayudaran a despertarlo. Rodearon la casa, gritaron, y nada. Entré de nuevo a la habitación, me acerqué a la cama y Lázaro seguía muerto.

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Monólogo de la Rosa

Hoy he amanecido más linda que nunca, en la madrugada me cayó un rocío que me ha revitalizado, me siento como si fuera una nena de quince años, con esas ansias de vivir, de asistir risueña a toda la primavera y quedarme permanente en la memoria de este jardín. Mi color rosa me sienta bien, tiene una tonalidad, un brillo, una belleza traída de paisajes exóticos; mis pétalos se superponen, se acomodan, se ensamblan los unos con los otros y siento el rocío cuando rueda en mis capas internas. Definitivamente soy feliz, más feliz de lo que alguien pueda imaginarse. Cualquiera pensaría que soy una simple rosa y que sólo sirvo para ser admirada. Tremenda equivocación; todos lo saben, pero nadie piensa en que tengo vida. Esto no lo entenderán nunca. A pesar de todo sólo me asalta un ligero temor, un temor que me suspende la respiración... Ojalá no venga alguien a este jardín y me corte de un tirón.

El hombre primitivo

El hombre primitivo salió de la cueva y vio la claridad del día. Sus ojos se le llenaron de alegría. Miró a su alrededor, el bosque verde y amplio se abría, tendiéndole una invitación para que se echara a caminar. Así lo hizo. Caminó un largo rato. Podía escuchar el canto de las aves, el rugir de viento entre los árboles y ver la maravilla de las flores en plena primavera. Después, rozó dos piedras y armó un fuego pavoroso en todo el bosque. Pasó dos días corriendo, pero descubrió el fuego. Empezó a llover, se escondió en otra cueva y tembló de miedo cuando los rayos y los truenos se llevaban la tarde. Así fue, se encontró con otros semejantes, y se asentaron en algunos de predios que tomaron. Luego, trabajaron con el metal, con la electricidad, con la Internet y el genoma humano. Pero el hombre primitivo no se olvida nunca de entrar en su cueva; y entra a cada rato, cada vez con más frecuencia.

AUTOR

Virgilio López Azuán, autor de CUENTOS ETERNAMENTE BREVES, que este blog promueve, es uno de los más importantes expositores del microcuento en la República Dominicana. Ha sido ganador de premios nacionales en cuento, poesía y teatro. Es experto en temas educativos y ha sido declarado por el Ayuntamiento como HIJO MERITISIMO DE AZUA