A César Vallejo
Y yo le dije a mi amigo Lázaro: “Levántate y anda”, pero él se quedó igual, inmóvil, como si no me escuchara. Había que verlo en esa cama de guata, con una pesadez mortal. Volví a darle la orden, y nada pasaba. Entonces decidí abrir las puertas y las ventanas de la casa para que entrara la luz y se despertara. Pero qué va. Fui a la cocina y traje conmigo unas cantinas y realicé el ruido más grande del mundo. No me conformé, salí a la calle, convidé a mucha gente para que me ayudaran a despertarlo. Rodearon la casa, gritaron, y nada. Entré de nuevo a la habitación, me acerqué a la cama y Lázaro seguía muerto.
Y yo le dije a mi amigo Lázaro: “Levántate y anda”, pero él se quedó igual, inmóvil, como si no me escuchara. Había que verlo en esa cama de guata, con una pesadez mortal. Volví a darle la orden, y nada pasaba. Entonces decidí abrir las puertas y las ventanas de la casa para que entrara la luz y se despertara. Pero qué va. Fui a la cocina y traje conmigo unas cantinas y realicé el ruido más grande del mundo. No me conformé, salí a la calle, convidé a mucha gente para que me ayudaran a despertarlo. Rodearon la casa, gritaron, y nada. Entré de nuevo a la habitación, me acerqué a la cama y Lázaro seguía muerto.
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