Heráclito se sentó a la orilla del un río y se quedó meditabundo, todos los que pasaban por allí le hacían todas las clases de burlas. Él hacía caso omiso, su costumbre era no decir nada, su mente construía la paz en el rubor del agua que corría.
Llegó a decir, “ todo fluye”, le salió esa expresión como del fondo de su alma y la dijo para que se oyera. Nadie la escuchó, nadie pasaba en esos momentos por aquel lugar. Pero todos sabemos que fue él quien la dijo, fulminado por el dolor.
Llegó a decir, “ todo fluye”, le salió esa expresión como del fondo de su alma y la dijo para que se oyera. Nadie la escuchó, nadie pasaba en esos momentos por aquel lugar. Pero todos sabemos que fue él quien la dijo, fulminado por el dolor.
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